4 persecuciones 4



1. Per­se­guir o huir, esa es la cues­tión: los roles de una per­se­cu­ción


Me­men­to (Ch­ris­top­her Nolan, 2000)


Me­men­to (Ch­ris­top­her Nolan, 2000)

Ima­gino que una de las si­tua­cio­nes más des­ven­ta­jo­sas de pa­de­cer una me­mo­ria efí­me­ra debe ser des­per­tar­se co­rrien­do en medio de una per­se­cu­ción sin saber si uno es el per­se­gui­dor o el per­se­gui­do. Si el re­co­nec­ta­do acier­ta su rol, todo sigue como antes, con cada uno en lo suyo; si no, puede ter­mi­nar fa­ci­li­tán­do­le las cosas al otro (o por­que pasa a huir del que huye de él o por­que pasa a per­se­guir al que lo per­si­gue, como hace Leo­nard, que se salva por la mala pun­te­ría de Dodd). Como en todo Me­men­to, Leo­nard sabe quién es (“Soy Leo­nard Shelby, de San Fran­cis­co...”), pero no sabe qué es (en esta es­ce­na, el per­se­gui­do; en la his­to­ria que in­te­gra esta es­ce­na, un ven­ga­dor ya ven­ga­do). Su “con­di­ción” le per­mi­te re­te­ner el ró­tu­lo que lo iden­ti­fi­ca y le hace per­der el rol que lo de­fi­ne.
La pér­di­da sú­bi­ta de la iden­ti­dad de per­se­gui­dor o per­se­gui­do, esa re­pen­ti­na eva­nes­cen­cia de un es­ta­do de con­cien­cia, es una gran des­ven­ta­ja en una per­se­cu­ción, pero es una entre otras. Otra puede ser la de per­se­guir o huir para atrás, si nada lo ame­ri­ta. La dis­tri­bu­ción de esta des­ven­ta­ja entre uno y otro rol arma una se­cuen­cia de per­se­cu­cio­nes.

2. El gran pez y un ave: una se­cuen­cia de per­se­cu­cio­nes




Per­se­gui­do­res y per­se­gui­dos tie­nen una van­guar­dia y una re­ta­guar­dia. Los roles y las orien­ta­cio­nes de per­se­cu­ción son in­ter­cam­bia­bles. Com­bi­nan­do estas va­ria­bles, las per­se­cu­cio­nes po­si­bles son estas:

1) El per­se­gui­dor per­si­gue yendo hacia ade­lan­te y el per­se­gui­do huye yendo hacia ade­lan­te.
2) El per­se­gui­dor per­si­gue yendo hacia ade­lan­te y el per­se­gui­do huye yendo hacia atrás.
3) El per­se­gui­dor per­si­gue yendo hacia atrás y el per­se­gui­do huye yendo hacia ade­lan­te.
4) El per­se­gui­dor per­si­gue yendo hacia atrás y el per­se­gui­do huye yendo hacia atrás.

En la re­la­ción 1 los dos tie­nen la misma ven­ta­ja, en la 2 la tiene el per­se­gui­dor, en la 3 el per­se­gui­do y en la 4 nin­guno. Ima­gi­ne­mos co­nec­tar estas cua­tro po­si­bi­li­da­des en los dos pares su­ce­si­va­men­te más ex­ter­nos, o sea, yendo de afue­ra hacia aden­tro. Los ex­tre­mos su­ce­si­vos de la se­cuen­cia (1 y 4, 2 y 3) están en re­la­ción de in­ver­sión: per­se­gui­dor y per­se­gui­do in­vier­ten sus di­rec­cio­nes, con lo que el rol de cada uno es el re­ver­so del rol del otro. El video re­ver­ti­do del epí­gra­fe finge ser un caso 4. Para fa­vo­re­cer la ilu­sión o la ambigüedad, el audio está al de­re­cho.

Si en vez de un car­pin­cho y un pá­ja­ro en una zona abier­ta vié­ra­mos que en una calle es­tre­cha un auto per­si­gue en mar­cha atrás a otro, no nos ex­tra­ña­ría tanto que el per­se­gui­do tam­bién con­du­je­se en mar­cha atrás para huir; sería ve­ro­sí­mil que no hu­bie­ra te­ni­do tiem­po o es­pa­cio para darse vuel­ta, y re­cuer­do haber visto esa es­ce­na en más de una pe­lí­cu­la de ac­ción. Pero que un car­pin­cho per­si­ga re­tro­ce­dien­do a un pá­ja­ro que tam­bién huye re­tro­ce­dien­do (te­nien­do tiem­po y es­pa­cio para darse vuel­ta y huir de fren­te) es raro. En todo caso, la du­ra­ción sos­te­ni­da lo hace raro: un salto de cap­tu­ra o asal­to y otro de es­qui­ve y fuga, ambos para atrás, se ha visto; toda una ca­rre­ra así ya es más in­só­li­to (po­si­ble, pero im­pro­ba­ble: es la forma menos có­mo­da y efi­caz de per­se­guir y de huir, la menos ele­gi­ble en ambos roles, la an­tí­po­da es­tra­té­gi­ca y la in­ver­sa es­truc­tu­ral de la más ele­gi­ble –la que ambos eli­gen en 1).
A aque­llos que vie­ron el video del epí­gra­fe y no ad­vir­tie­ron el ar­ti­fi­cio de la re­ver­sión, lo que vie­ron no les de­frau­dó la ex­pec­ta­ti­va que te­nían de una per­se­cu­ción nor­mal. La ilu­sión los ganó y la re­ver­sión logró pasar desa­per­ci­bi­da.*


Ilu­sión y re­ver­sio­nes


Una re­ver­sión es una desorien­ta­ción li­neal, en un solo eje, en la di­rec­ción no tran­si­ta­da del ca­rril (la que va del des­tino al ori­gen del mo­vi­mien­to). Otras reorien­ta­cio­nes que sue­len en­ga­ñar nues­tras ex­pec­ta­ti­vas y pasar inad­ver­ti­das usan dos di­men­sio­nes; en vez de re­tro­ce­der, giran (girar 180º –darse vuel­ta– es el equi­va­len­te ver­ti­cal y es­tá­ti­co de una re­ver­sión):





Kinkaku-ji. Foto invertida de Pablo
Kin­ka­ku-ji. Foto: Pablo Mar­tín Ruiz.

Vol­va­mos a las ilu­sio­nes uni­di­men­sio­na­les. ¿Qué chan­ces tiene una re­ver­sión de pasar desa­per­ci­bi­da, de im­po­ner­nos una vi­sión en la que no ha su­ce­di­do y crea­mos estar asis­tien­do, por ejem­plo, a la per­se­cu­ción de cola de un car­pin­cho –y luego dos– sobre un pá­ja­ro que huye para atrás, en lugar de la per­se­cu­ción in­ver­sa en la di­rec­ción in­ver­sa pa­sa­da al revés? El triun­fo ilu­sio­nis­ta puede dar­nos un cri­te­rio para dis­tin­guir (cla­si­fi­car) re­ver­sio­nes, in­clu­so para dis­po­ner­las en una se­cuen­cia. En el tope del ran­king, la ilu­sión más efi­caz la lo­gra­rá una re­ver­sión que sea in­dis­cer­ni­ble de la orien­ta­ción ini­cial, como ocu­rre con algo ca­bal­men­te si­mé­tri­co (como cier­tos so­la­pa­mien­tos, como cier­tos ob­je­tos o una for­ma­ción de ob­je­tos, mí­ni­ma o no). Por ejem­plo, es tau­to­ló­gi­ca hasta la in­vi­si­bi­li­dad la re­ver­sión de un nú­me­ro ca­pi­cúa; en la se­cuen­cia de la si­guien­te ima­gen (una cap­tu­ra de pan­ta­lla del pro­gra­ma “Al­te­ra­dos por π, II”, de Adrián Paen­za), a me­di­da que avan­za­mos en las mul­ti­pli­ca­cio­nes, se van alar­gan­do el as­cen­so y el des­cen­so si­mé­tri­cos de cada ca­pi­cúa (el trián­gu­lo equi­lá­te­ro que va tra­zan­do la pro­gre­sión así dis­pues­ta pa­re­ce una grá­fi­ca del pro­ce­so, con un lado “as­cen­den­te” y otro “des­cen­den­te”):


En otra es­qui­na, igual de tau­to­ló­gi­ca o in­de­tec­ta­ble es la re­ver­sión de un pa­lín­dro­mo como


.

(Uso este ejem­plo por si al­guien se pone ex­qui­si­to con la vocal acen­tua­da y ob­je­ta que el pa­lín­dro­mo exac­to de ANANÁ es ÁNANA, y el de NEU­QUÉN es NÉU­QUEN... per­dón, NEU­QUEN.)
Por su­pues­to, menos in­de­tec­ta­ble nos re­sul­ta­rá la re­ver­sión si en lugar de verla la oímos. De hecho, la dic­ción re­ver­ti­da de un pa­lín­dro­mo re­ve­la qué tan fo­né­ti­ca es una es­cri­tu­ra, según cuán­to se en­tien­da lo que se es­cu­cha. Doy ejem­plos (al de­re­cho y al revés) en es­pa­ñol, ale­mán, in­glés, fran­cés y por­tu­gués (con buena vo­lun­tad, la se­cuen­cia puede leer­se como un ca­dá­ver ex­qui­si­to mul­ti­lingüe –tam­po­co en los pa­lín­dro­mos prima el sen­ti­do):


Dá­ba­le arroz a la zorra el abad.
Voz de Mar­cos, de Ar­gen­ti­na, 2005-02-23


O Genie, der Herr ehre dein Ego.
Voz de Ingo, de Ale­ma­nia, 2009-09-24


Bom­bard a drab mob.
Voz de Kery, de EE.​UU, 2006-05-24


Elu par cette cra­pu­le.
Voz de Ben­ja­min, de Fran­cia, 2006-05-24


Assim, a sopa só me­re­ce­re­mos após a missa.
Voz de Sil­via, de Bra­sil, 2009-09-16


A di­fe­ren­cia de los pa­lín­dro­mos, otros anagra­mas por re­ver­sión, ne­ce­sa­ria­men­te asi­mé­tri­cos, dan una pa­la­bra o frase dis­tin­tas: son ex­pre­sio­nes bi­fron­tes, como arroz/zorra, o como Sa­ra­to­ga/ago­ta­rás (“...Es­ta­ba es­cri­to. Se agotó la pri­me­ra edi­ción de los ci­ga­rri­llos Sa­ra­to­ga...”), o como el diá­lo­go bi­lingüe que creó el amigo Pablo Mar­tín Ruiz en las dos di­rec­cio­nes de una sola frase: “Is it a rap?”.
En el pri­mer caso, no hay nin­gu­na re­la­ción entre los sen­ti­dos de ida y de vuel­ta: arroz no nos dice ni nos des­di­ce nada de zorra, y vi­ce­ver­sa. En el se­gun­do caso, un opor­tu­nis­ta le hace decir algo sobre “Sa­ra­to­ga” a su re­ver­so reacen­tua­do “ago­ta­rás”, y re­cla­ma un grado pro­fé­ti­co de mo­ti­va­ción entre el nom­bre de la cosa y su suer­te. En el ter­cer caso, la mo­ti­va­ción dis­cu­rre por gra­dos de re­le­van­cia o per­ti­nen­cia, como los que hay en cual­quier diá­lo­go, entre cual­quier juego de pre­gun­ta y res­pues­ta.
Po­de­mos apor­tar­le un cuar­to caso al mues­tra­rio. Un mí­ni­mo de ar­bi­tra­rie­dad se ve­ri­fi­ca en una di­fe­ren­cia se­mán­ti­ca má­xi­ma, la que hay entre sen­ti­dos opues­tos (o in­clu­so entre di­rec­cio­nes opues­tas). Tal es el caso de las mi­ta­des de ca­ba­llo de co­lo­res y la­te­ra­li­da­des opues­tas:


O el alba-ocaso de Ho­me­ro:



O la uni­dad re­ver­si­ble que for­man los dos mú­si­cos de Epí­lo­go, pe­lí­cu­la de Gon­za­lo Suá­rez de 1984:



Vol­vien­do a las pa­la­bras, ade­más de las dos re­com­bi­na­cio­nes sig­ni­fi­ca­ti­vas de le­tras (la pri­me­ra, con el mismo sig­ni­fi­ca­do; la se­gun­da, con uno di­fe­ren­te), están las siem­pre ma­yo­ri­ta­rias re­com­bi­na­cio­nes no sig­ni­fi­ca­ti­vas, las que no ca­li­fi­can como anagra­mas por­que no tie­nen nin­gún sen­ti­do (la re­ver­sa “odit­nes” y otras como “ti­do­nes”, “soed­nit”, “sen­do­ti”, etc., no son anagra­mas de “sen­ti­do”; el único es “des­tino”, ca­sual­men­te).
Igual­men­te ma­yo­ri­ta­rias son las re­com­bi­na­cio­nes no sig­ni­fi­ca­ti­vas una es­ca­la más arri­ba, en la alian­za de pa­la­bras en que con­sis­te el sen­ti­do de una frase (y lo mismo vale para las re­com­bi­na­cio­nes me­dia­tas, como las que hace Bart cuan­do cam­bia de lugar le­tras del car­tel de la igle­sia, cru­zan­do el lí­mi­te de las pa­la­bras, mo­vién­do­se li­bre­men­te por la frase). Visto a cual­quier es­ca­la, el sen­ti­do es mi­no­ri­ta­rio. Nos lo re­cuer­dan los chis­tes de la serie “No es lo mismo...”, que hacen “anagra­mas” chus­cos con las n pie­zas de una ex­pre­sión seria (re­cuer­do con dos, como en la re­ver­sión del gato mon­tés, y con tres, como en la de un metro de en­ca­je negro). Nos lo re­cuer­da tam­bién el en­tu­sias­mo sin­to­má­ti­co con que se suele fes­te­jar que ten­gan sen­ti­do –o así pa­rez­ca– las dos alian­zas de un juego de pa­la­bras, aun­que no ten­gan mucho que ver. O el in­ge­nio con que se pro­cu­ra fa­bri­car ese ha­llaz­go (un fe­ti­che re­cu­rren­te de la su­pers­ti­ción in­te­lec­tual).
Es la ló­gi­ca lo que se opone a que todas las com­bi­na­cio­nes que se pue­den hacer con los con­cep­tos de una frase ten­gan sen­ti­do, ade­más de ser in­te­li­gi­bles (las fa­la­cias son el sín­to­ma de esa reac­ción; cual­quier caso de falsa dis­tri­bu­ción del tér­mino medio puede ser­vir de ejem­plo). Pero en prin­ci­pio nada im­po­si­bi­li­ta que en el vo­ca­bu­la­rio de una len­gua toda com­bi­na­ción de un con­jun­to de le­tras sea sig­ni­fi­ca­ti­va, cons­ti­tu­ya un anagra­ma. Sólo hay que ad­ver­tir que un sis­te­ma se­me­jan­te pa­ga­ría el pre­cio de una re­dun­dan­cia nula, una vul­ne­ra­bi­li­dad má­xi­ma a la mí­ni­ma al­te­ra­ción no desea­da (ac­ci­den­tal o in­ten­cio­nal).
De hecho, ese pre­cio ya lo paga el sis­te­ma (pre­ci­sa­men­te) po­si­cio­nal de diez sig­nos que usa­mos para iden­ti­fi­car car­di­na­li­da­des; el valor que las ín­fi­mas di­fe­ren­cias po­si­cio­na­les de le­tras no tie­nen, o tie­nen oca­sio­nal­men­te, lo tie­nen siem­pre las de nú­me­ros: no hay reor­de­na­mien­to de un nú­me­ro de dos o más ci­fras que no dé otro nú­me­ro, cada uno con la misma re­dun­dan­cia cero (como sabe cual­quie­ra que tenga un nú­me­ro de te­lé­fono ape­nas dis­tin­to del de una far­ma­cia, por ejem­plo; y en ge­ne­ral, equi­vó­que­se en la po­si­ción de un gua­ris­mo y rue­gue que exis­ta al­gu­na in­fe­ren­cia con­tex­tual que pueda re­cu­pe­rar­la).
Una úl­ti­ma aco­ta­ción, re­fe­ri­da a un fe­nó­meno que no sería po­si­ble con pa­la­bras de re­dun­dan­cia nula. Entre los anagra­mas que no son, al­gu­nos se dejan en­ten­der –en el en­torno de un enun­cia­do, mejor que ais­la­dos– si cum­plen una con­di­ción, como ex­po­ne y de­mues­tra esta pu­bli­ci­dad del canal Na­tio­nal Geo­grap­hic:



Re­ca­pi­tu­le­mos y re­su­ma­mos. Los ob­je­tos sólo pue­den tener re­ver­sio­nes desa­per­ci­bi­das si son si­mé­tri­cos, si son bi­fron­tes (o sea, si son re­ver­si­bles, re­pi­tien­do o va­rian­do el sen­ti­do) o si pa­re­cen serlo. A esta apa­rien­cia –en co­la­bo­ra­ción con la dis­trac­ción– le debe el éxito de su ilu­sión la per­se­cu­ción re­ver­ti­da entre ave y roe­dor. En ella, el doble re­tro­ce­so bor­dea o cae en lo am­bi­gua­men­te in­ve­ro­sí­mil (o am­bi­gua­men­te ve­ro­sí­mil); el efec­to per­sis­te tam­bién sin esa una­ni­mi­dad de di­rec­cio­nes, como en el caso de un tri­ci­clo que avan­za pro­pul­sa­do por un hams­ter que re­tro­ce­de, justo en el úl­ti­mo se­gun­do de este in­jer­to eman­ci­pa­ble y mal es­con­di­do:*


La pa­ra­da en el co­lec­ti­vo: la pie­dra libre en el es­con­di­te


Vuel­vo a rizar el rizo. Que la de­cla­ra­ción de su ocul­ta­ción esté en su es­con­di­te o es su­per­fluo (para el que está le­yen­do den­tro) o es inú­til (para el que está le­yen­do fuera). Lo mismo vale para esto. Es como si la pa­ra­da del co­lec­ti­vo es­tu­vie­ra den­tro del co­lec­ti­vo (o como si un car­tel que prohi­bie­ra el in­gre­so de vo­lan­te­ros y tar­je­te­ros a un edi­fi­cio es­tu­vie­ra den­tro del edi­fi­cio).*


La pa­ra­da en el co­lec­ti­vo: la clave re­ve­la­da en un men­sa­je en clave



Re­pa­se­mos los ni­ve­les cur­sa­dos, a ries­go de so­bre­ex­pli­ci­tar. Entre el pe­núl­ti­mo y el úl­ti­mo se­gun­do del in­jer­to –se­gun­do nivel– entre los in­ci­sos 2 y 3 –pri­mer nivel– se in­jer­tan dos pá­rra­fos –ter­cer nivel–, como entre la orden de la eje­cu­ción y la eje­cu­ción de Hla­dík (pro­ta­go­nis­ta del cuen­to “El mi­la­gro se­cre­to”, de Bor­ges) se in­jer­ta un año de es­cri­tu­ra sin ins­crip­ción –símil nivel 2 de una si­tua­ción de ter­cer nivel–. Y entre esos dos pá­rra­fos se in­jer­ta un cuasi en­sa­yo –cuar­to nivel– con las cap­tu­ras de pan­ta­lla de un in­ter­cam­bio de e-mails sobre el tema y la pri­me­ra com­pa­ra­ción (en su re­gis­tro más an­ti­guo). La úl­ti­ma es­pe­ran­za es que el nú­me­ro 4 haga en al­gu­na me­di­da per­do­na­ble el ex­ce­so de ni­ve­les y es­con­di­tes anida­dos, como si va­lie­se la pena que el en­sa­yo avan­ce en dos sen­ti­dos, hacia ade­lan­te y hacia aden­tro, y con el mismo nú­me­ro de pasos. Ve­nía­mos de (o ha­bía­mos de­ja­do pen­dien­te) el avan­ce de un hams­ter den­tro de la rueda de­lan­te­ra de un tri­ci­clo que re­tro­ce­de, o al revés.





3. La ra­yue­la de la tilde y el e-mail: afi­ni­dad entre se­cuen­cias



El Fox­mail 4.2 es un pro­gra­ma chino de co­rreo elec­tró­ni­co cuya in­ter­faz tra­du­je del in­glés. Tiene un Ad­mi­nis­tra­dor re­mo­to de men­sa­jes para de­ci­dir qué hacer con los mails que están en nues­tro ser­vi­dor. En el menú con­tex­tual de un men­sa­je, como el de la cap­tu­ra que hace de epí­gra­fe, se lis­tan las cua­tro po­si­bi­li­da­des. De cada una de ellas re­sul­ta una dis­tri­bu­ción di­fe­ren­te del men­sa­je entre el ser­vi­dor (allá) y la PC (acá) desde donde se lo ac­ce­de. Si lo copio (acá) y no lo borro (allá) –ac­ción A y omi­sión B–, que­da­rá en ambos lados (Co­piar). Si no lo copio (acá) y lo borro (allá) –omi­sión A y ac­ción B–, no que­da­rá ni en la PC ni en el ser­vi­dor (Bo­rrar). Si lo copio (acá) y lo borro (allá) –ac­ción A y ac­ción B–, que­da­rá sólo en la PC (Bajar). Si ni lo copio ni lo borro –omi­sión A y omi­sión B–, que­da­rá sólo en el ser­vi­dor (Dejar). En ambos si­tios, en nin­guno, en uno o en el otro, como entre per­se­gui­dor y per­se­gui­do la ven­ta­ja de ir hacia ade­lan­te (o su in­ver­sa, la des­ven­ta­ja de ir hacia atrás). Las se­cuen­cias de un caso y de otro pue­den di­fe­rir, pero la ma­triz de po­si­bi­li­da­des es la misma; si se da con el cri­te­rio ade­cua­do, en al­gu­na se­cuen­cia van a coin­ci­dir.

La dis­tri­bu­ción del acen­to or­to­grá­fi­co (o tilde) en es­pa­ñol puede pre­sen­tar­se fá­cil­men­te en la misma se­cuen­cia que la de las per­se­cu­cio­nes. Iden­ti­fi­ca­mos la po­si­ción de la sí­la­ba tó­ni­ca (til­da­mos su vocal) según cua­tro si­tua­cio­nes: siem­pre, es decir, tanto si la pa­la­bra ter­mi­na en n, s o vocal como si no ter­mi­na en n, s o vocal (pa­la­bras es­drú­ju­las y so­bres­drú­ju­las, con el nú­me­ro mí­ni­mo más alto de sí­la­bas); sólo si la pa­la­bra ter­mi­na en n, s o vocal (las agu­das); sólo si no ter­mi­na en n, s o vocal (las gra­ves; estas dos, con el nú­me­ro mí­ni­mo más bajo de sí­la­bas de un plu­ri­sí­la­bo); nunca, es decir, ter­mi­ne en n, s o vocal o no (los mo­no­sí­la­bos, que des­co­no­cen la di­fe­ren­cia entre sí­la­ba tó­ni­ca y sí­la­ba átona).



Pri­me­ro, or­de­na­mos el uni­ver­so de las pa­la­bras según las ocho ca­te­go­rías (ca­si­lle­ros con dos es­ta­dos po­si­bles: pa­la­bra til­da­da, pa­la­bra no til­da­da) que re­sul­tan de la in­ter­sec­ción entre, por un lado, dos con­di­cio­nes (en co­lum­nas: si una pa­la­bra ter­mi­na en n, s o vocal o no) y, por otro lado, cua­tro con­di­cio­nes (en filas: si la sí­la­ba tó­ni­ca de una pa­la­bra es la an­te­pe­núl­ti­ma o la an­te­rior, si es la pe­núl­ti­ma, si es la úl­ti­ma o si hay una única sí­la­ba, ni tó­ni­ca ni átona). De abajo hacia arri­ba, la tilde se­gui­rá la ra­yue­la de sal­tar la pri­me­ra fila de ca­si­lle­ros para caer en uno de la se­gun­da con el pie iz­quier­do, luego sal­tar al otro de la ter­ce­ra con el de­re­cho, y fi­nal­men­te ate­rri­zar con los dos pies en la cuar­ta. En la di­rec­ción in­ver­sa, te­ne­mos otra vez el es­que­ma “ambos, uno, el otro, nin­guno” que te­nía­mos en la se­cuen­cia adop­ta­da de las cua­tro per­se­cu­cio­nes.

4. El hi­pér­ba­ton es­pi­ra­la­do: afi­ni­dad entre di­se­ños de se­cuen­cia






La úl­ti­ma analo­gía es­truc­tu­ral no se re­fe­ri­rá al orden de las per­se­cu­cio­nes según el es­ta­do de ven­ta­jo­sa (hacia ade­lan­te) o des­ven­ta­jo­sa (hacia atrás) que tenga la orien­ta­ción de cada uno de los dos roles de una per­se­cu­ción. Se re­fe­ri­rá al di­bu­jo que tra­zan las re­la­cio­nes de in­ver­sión en que en­tran las per­se­cu­cio­nes (1 y 4, 2 y 3). Su si­me­tría con­cén­tri­ca es si­mi­lar a la que di­bu­ja un reor­de­na­mien­to de cier­to hi­pér­ba­ton que hay en el úl­ti­mo verso de un epi­gra­ma. Para lle­gar mejor ahí, pa­se­mos por una in­tro­duc­ción a la fi­gu­ra re­tó­ri­ca a tra­vés de la pre­sen­ta­ción de un hi­pér­ba­ton ve­cino de aquel del que in­ten­ta­ré mos­trar que tiene el mismo di­bu­jo que las per­se­cu­cio­nes in­ver­sas, que le ce­de­rán el foco te­má­ti­co del resto del en­sa­yo.
En Re­tó­ri­ca lla­man hi­pér­ba­ton al cam­bio del orden ha­bi­tual de los blo­ques de cons­truc­ción de una frase (en es­pa­ñol: Su­je­to, Verbo, Ob­je­to Di­rec­to, Ob­je­to In­di­rec­to, Com­ple­men­tos Cir­cuns­tan­cia­les). Lo que me in­tere­sa ver es qué re­co­rri­do hacen los blo­ques de frase que vuel­ven de un hi­pér­ba­ton. Doy un ejem­plo. Si las fle­chas cur­vas –las se­mi­cir­cun­fe­ren­cias– que salen de los blo­ques im­pa­res (1º, 3º, 5º,...) van por arri­ba del ren­glón y las que salen de los blo­ques pares van por abajo, en la frase de los ver­sos de Fran­cis­co Luis Ber­nár­dez
    “En la mi­ra­da azul del cielo pier­de
    la se­rra­nía su mi­ra­da verde”
los blo­ques vuel­ven del hi­pér­ba­ton tra­zan­do una es­pi­ral que se des­en­ro­lla:



Por re­ci­ta­do de la mía madre y un ma­nual es­co­lar co­no­cí de chico un epi­gra­ma de –ahora lo sé– Tomás de Iriar­te (el cuán­do y el dónde pa­re­ce que los apren­dí cam­bia­dos, pero la in­ver­sión no afec­ta­rá el ar­gu­men­to):
    “—He re­ñi­do a un hos­te­le­ro.
    —¿Por qué? ¿Cuán­do? ¿Dónde? ¿Cómo?
    —Por­que cuan­do donde como sir­ven mal me de­ses­pe­ro.”
Con el mismo cri­te­rio de antes, vol­vien­do del hi­pér­ba­ton al orden menos mar­ca­do (como ca­rac­te­ri­za­ría y re­de­fi­ni­ría al orden más ha­bi­tual un lingüista) los blo­ques de la úl­ti­ma frase di­bu­jan una es­pi­ral que se en­ro­lla:



Los blo­ques a reor­de­nar de la frase de Ber­nár­dez es­ta­ban en­te­ros. Las per­se­cu­cio­nes que ocu­pa­ban su­ce­si­va­men­te los ex­tre­mos de la se­cuen­cia es­ta­ban en re­la­ción de in­ver­sión. Acá, en cam­bio, los su­ce­si­vos ex­tre­mos (un par más que en la serie de per­se­cu­cio­nes) están en re­la­ción de com­ple­men­ta­ción por­que son cada vez la parte in­tro­duc­to­ria (i) y la parte ar­gu­men­tal (a) de un blo­que ad­ver­bial (Causal, Tem­po­ral o Loca­ti­vo): Ci-Ti-Li-La-Ta-Ca.
Ya sea en este orden de me­dios blo­ques ex­te­rio­res y uno en­te­ro in­te­rior (Li-La) o ya sea en el orden de blo­ques en­te­ros se­gui­dos que se arma con la es­pi­ral (Ci-Ca-Ti-Ta-Li-La), la frase sin­tác­ti­ca­men­te es un en­he­bra­do de Pro­po­si­cio­nes In­clui­das (o Subor­di­na­das) Ad­ver­bia­les anida­das: al verbo de la Cau­sal se re­fie­re la Tem­po­ral; al verbo de la Tem­po­ral se re­fie­re la Lo­ca­ti­va. El orden ha­bi­tual con­tra el que se per­ci­be el hi­pér­ba­ton coin­ci­de con esta trama sin­tác­ti­ca, que no lo ne­ce­si­ta.
Esta pres­cin­den­cia es de­ci­si­va: es el hecho de que una trama sin­tác­ti­ca no ne­ce­si­te un orden de­ter­mi­na­do (por ejem­plo, el ha­bi­tual, el que la au­to­ma­ti­za­ción vuel­ve neu­tro y na­tu­ra­li­za) lo que per­mi­te que haya un hi­pér­ba­ton (un orden no ha­bi­tual) en lugar de una co­lec­ción de pe­da­zos; que haya una va­ria­ción de po­si­cio­nes re­en­sam­bla­ble en lugar de un mero des­or­den. Esa trama fun­cio­nal de pa­la­bras tiene un equi­va­len­te tenue, mí­ni­mo, en la mí­ni­ma trama po­si­cio­nal de ca­rac­te­res que to­da­vía nos per­mi­te leer un es­cri­to hecho de aque­llos no anagra­mas que em­pie­zan y ter­mi­nan con las mis­mas le­tras del ori­gi­nal (tníea que cga­ra­la al fanil; hbaía lgoa­dro no heacr el ch­ti­se y jstuo vnio a pdo­re­me lo atuo-reafie­cr­nel).

Hay 2 comentarios:

Unknown
1 17 de enero de 2016, 23:05

Genial, me cautivo de hecho lo releeré para ser más precisa en mis apreciaciones, agradecimientos mil por tan agradable escrito, sigue escribiendo vale es un hecho que lo haces excelente.


el Zambullista
2 18 de enero de 2016, 0:28

Respuesta a Unknown:

Muchas gracias por tus palabras! Me alegra que te haya gustado el ensayo.
Una sugerencia, que para la lectura hecha puede estar llegando tarde: si volvés a leer el ensayo, fijate –si no lo viste ya– que ahí donde haya un asterisco (*) habrá un bloque de texto oculto, que se muestra al hacer click.
Esto vale para todos los ensayos, pero especialmente en este exacerbé su uso (de hecho, hay ensayos dentro del ensayo y esas cosas).
Abrazo!