La igualdad en la aritmética




1
      «Y es como si no tu­vie­ran re­glas de juego: al menos, si las hay, nadie les hace caso...»

      Lewis Ca­rroll, Aven­tu­ras de Ali­cia en el País de las Ma­ra­vi­llas, Ca­pí­tu­lo VIII, “El campo de cro­quet de la Reina”.

En la iden­ti­fi­ca­ción «El ter­ce­ro de la fila es el que me asal­tó», el verbo ser no dice que las ex­pre­sio­nes «el ter­ce­ro de la fila» y «el que me asal­tó» son igua­les (son idén­ti­cas), sino que se re­fie­ren a un mismo in­di­vi­duo, es decir, que son co-re­fe­ren­cia­les. Del mismo tipo es la re­la­ción de igual­dad sobre la que trata la arit­mé­ti­ca: «2+2» y «4» no son otra cosa que ex­pre­sio­nes que se re­fie­ren a una misma can­ti­dad (con mayor pre­ci­sión, a una misma car­di­na­li­dad).
La arit­mé­ti­ca trata sobre una igual­dad nu­mé­ri­ca, que se dis­tin­gue de las otras por la clase de ex­pre­sio­nes de las que dice la arit­mé­ti­ca que son co-re­fe­ren­cia­les. Las ex­pre­sio­nes es­pe­cí­fi­ca­men­te nu­mé­ri­cas son dos: nú­me­ros (N-a, N-b, N-c,...) y fór­mu­las (F-a, F-b, F-c,..., donde se re­la­cio­nan nú­me­ros o va­ria­bles o cons­tan­tes o in­cóg­ni­tas nu­mé­ri­cas). La arit­mé­ti­ca es la larga de­fi­ni­ción de la igual­dad entre ex­pre­sio­nes nu­mé­ri­cas.
¿Qué hace que sea ne­ce­sa­ria esa de­fi­ni­ción en que con­sis­te la arit­mé­ti­ca? Arries­go la pe­ro­gru­lla­da de que es el hecho de que la re­la­ción de igual­dad entre ex­pre­sio­nes nu­mé­ri­cas no es irres­tric­ta. Todo el cálcu­lo y sus re­glas y pro­pie­da­des no hacen más que es­pe­ci­fi­car las leyes que rigen esa re­la­ción; el juego va tra­zan­do la si­lue­ta de esa vasta igual­dad al des­lin­dar lo lí­ci­to de lo ilí­ci­to, lo po­si­ble de lo im­po­si­ble, lo cier­to de lo falso, etc. Si la re­la­ción de igual­dad entre ex­pre­sio­nes nu­mé­ri­cas fuera irres­tric­ta, cual­quier y toda re­la­ción sería de igual­dad; ya no ha­bría no igual­dad, di­fe­ren­cia, ne­ga­ción de igual­dad. Si esa re­la­ción no co­no­cie­se lí­mi­tes, con­di­cio­nes, todo enun­cia­do sería ver­da­de­ro, con tal que esté bien for­ma­do (o sea, que ob­ser­ve la sin­ta­xis de un enun­cia­do arit­mé­ti­co: no lo hace, por ejem­plo, «3×2+ = 8» por­que la pri­me­ra ex­pre­sión fra­ca­sa sin­tác­ti­ca­men­te en ser una fór­mu­la; tam­po­co lo hace «2+2 =» por­que el enun­cia­do arit­mé­ti­co ca­re­ce de una de las dos ex­pre­sio­nes ne­ce­sa­rias para que pueda ha­blar­se de co-re­fe­ren­cia­li­dad o igual­dad). Sa­tis­fe­chos todos los re­qui­si­tos sin­tác­ti­cos, si la igual­dad nu­mé­ri­ca fuese irres­tric­ta po­dría­mos es­ta­ble­cer tanto que «2+2 = 4» como que «2+2 = 5»; o po­dría­mos afir­mar que «1.410 = 2.612» o que «3 = 5».
Por un lado, aun sin co­no­cer nin­gu­na regla de ope­ra­ción o cálcu­lo, po­de­mos saber que el se­gun­do tipo de ejem­plos es una igual­dad falsa (una ju­ga­da ile­gal): como ver­dad de Pe­ro­gru­llo, nin­gún nú­me­ro es igual a otro. Po­de­mos afi­nar mejor la res­tric­ción: en re­la­ción de igual­dad po­drán en­trar fór­mu­las con fór­mu­las y fór­mu­las con nú­me­ros; queda ex­clui­da, así, la re­la­ción de igual­dad de un nú­me­ro con otro. Por otro lado, sólo co­no­cien­do las re­glas del cálcu­lo arit­mé­ti­co sa­be­mos que el se­gun­do ejem­plo del pri­mer tipo («2+2 = 5») tam­bién es una igual­dad falsa.
La res­tric­ción men­cio­na­da tiene un in­te­rés es­pe­cial. La for­mu­la­ción ne­ga­ti­va que vimos se com­ple­ta con una cláu­su­la de ex­cep­ción: no pue­den en­trar en re­la­ción de igual­dad dos ex­pre­sio­nes que sean ambas nú­me­ros, ex­cep­to que sean idén­ti­cas. No es otra cosa que el prin­ci­pio de iden­ti­dad pues­to como un axio­ma, una con­ven­ción del juego. Sin esa sal­ve­dad, la res­tric­ción in­vo­lu­cra­ría (e im­po­si­bi­li­ta­ría) las re­la­cio­nes de es­que­ma «A = A», o sea, las tau­to­lo­gías: «3 = 3», «1.410 = 1.410», etc. Pero si se mira bien, la res­tric­ción puede de­ri­var­se de su ex­cep­ción: si de­ci­mos que entre los nú­me­ros sólo los que sean idén­ti­cos po­drán par­ti­ci­par de re­la­cio­nes de igual­dad, se in­fie­re que dos nú­me­ros que no son idén­ti­cos, como el 3 y el 5, no pue­den re­la­cio­nar­se así. La res­tric­ción es pri­mi­ti­va, e in­de­pen­dien­te del cálcu­lo, por­que in­cum­be a tér­mi­nos pri­mi­ti­vos, como son los nú­me­ros. Cual­quier otra res­tric­ción de­pen­de de las re­glas de ope­ra­cio­nes, cuya apli­ca­ción hace de la arit­mé­ti­ca una fá­bri­ca de ex­pre­sio­nes (es­pe­cí­fi­ca­men­te, fór­mu­las) a co­nec­tar con otras (fór­mu­las o nú­me­ros).
Así, el juego de la arit­mé­ti­ca se inau­gu­ra afir­man­do la iden­ti­dad de sus pie­zas sim­ples e ini­cia­les, que son los nú­me­ros (por su­pues­to, las pie­zas com­pues­tas y de­ri­va­das son las fór­mu­las bien for­ma­das): 0 es 0, y no 1 ni 2 ni 3 ni 4...; 1 es 1, y no 0 ni 2 ni 3 ni 4...; etc. Esta uni­ver­sal for­mu­la­ción de la iden­ti­dad en dos tiem­pos, uno po­si­ti­vo y otro ne­ga­ti­vo (o uno de igual­dad y otro de de­sigual­dad), es una ex­hi­bi­ción in­ce­san­te del hecho (acá, in­fe­ri­do por in­duc­ción) de que nunca habrá una igual­dad entre dos nú­me­ros no idén­ti­cos (1 no es 0, 1 no es 2, 1 no es 3, etc.), sino cada vez y sólo entre dos idén­ti­cos (1 es 1).
La iden­ti­dad de un nú­me­ro («4 = 4») es un caso es­pe­cial de igual­dad nu­mé­ri­ca, por es­ta­tu­to ló­gi­co (es in­de­pen­dien­te del cálcu­lo) y por mor­fo­lo­gía (es la única re­la­ción de igual­dad ad­mi­si­ble entre dos nú­me­ros). Un se­gun­do caso de igual­dad es la iden­ti­dad ya no de un nú­me­ro, sino de una fór­mu­la bien for­ma­da («2+2 = 2+2»), que tam­bién es in­de­pen­dien­te del cálcu­lo (aun cuan­do no lo sea de su sin­ta­xis). La di­fe­ren­cia es que esta no es la única re­la­ción de igual­dad ad­mi­si­ble entre dos fór­mu­las bien for­ma­das: una cuota im­por­tan­te de in­for­ma­ción la apor­ta la arit­mé­ti­ca pre­ci­sa­men­te en las re­la­cio­nes de igual­dad entre fór­mu­las no idén­ti­cas (o sea, re­la­cio­nes no tau­to­ló­gi­cas y ver­da­de­ras: «2+2 = 13–9»). La otra cuota de in­for­ma­ción nueva la da el ter­cer y úl­ti­mo caso de igual­dad, donde se co­nec­tan una fór­mu­la bien for­ma­da y un nú­me­ro, en ese orden («2+2 = 4») o en el in­ver­so («4 = 2+2»), según se quie­ra re­sol­ver o ana­li­zar.
La pri­me­ra res­tric­ción de la re­la­ción de igual­dad nu­mé­ri­ca viene dada, en­ton­ces, por el prin­ci­pio de iden­ti­dad, que no dice sólo que A es igual a A, sino que sólo A es igual a A (y no lo es B ni C ni D, etc.). O a la in­ver­sa: la pri­me­ra res­tric­ción a la re­la­ción de igual­dad entre ex­pre­sio­nes nu­mé­ri­cas funda o de­fi­ne (si no equi­va­le a) el prin­ci­pio de iden­ti­dad: nin­gún par de nú­me­ros no idén­ti­cos pue­den estar en re­la­ción de igual­dad.


2.

      « ...si sur­gie­ran con­tra­dic­cio­nes en las re­glas del juego de las ma­te­má­ti­cas, lo más fácil del mundo sería re­me­diar­lo. Lo único que te­ne­mos que hacer es una nueva es­ti­pu­la­ción que cubra el caso en el que las re­glas en­tran en con­flic­to y asun­to arre­gla­do.»

      Lud­wig Witt­gens­tein (Ob­ser­va­cio­nes fi­lo­só­fi­cas, Se­gun­do Apén­di­ce, “Con­sis­ten­cia”)

De un ma­nual de ál­ge­bra al que se re­mi­tió un amigo, re­cuer­do siete ope­ra­cio­nes de re­sul­ta­do in­de­ter­mi­na­do, que tie­nen la forma de una pa­ra­do­ja. To­me­mos una de mues­tra: 0 × ∞. La igual­dad (el re­sul­ta­do de equi­li­brio) de esta ope­ra­ción es in­de­ci­di­ble: por un lado, cual­quier nú­me­ro mul­ti­pli­ca­do por in­fi­ni­to da in­fi­ni­to (n×∞= ∞); por otro lado, cual­quier nú­me­ro mul­ti­pli­ca­do por cero da cero (0×n= 0).
Por su­pues­to, no toda con­jun­ción de dos im­pe­ra­ti­vos uni­ver­sa­les es pro­ble­má­ti­ca. Por ejem­plo: por un lado, todo nú­me­ro mul­ti­pli­ca­do por ∞ da ∞; por el otro, de la mul­ti­pli­ca­ción de todo nú­me­ro por 1 re­sul­ta el mismo nú­me­ro. El pro­duc­to de ∞×1, que es ∞, está en con­so­nan­cia con las dos re­glas; ambas vías con­ver­gen al mismo re­sul­ta­do. En cam­bio, las leyes que pug­nan en una re­la­ción como 0×∞ cons­ti­tu­yen vías di­ver­gen­tes; mejor: son como lí­neas que, de­bien­do in­ter­sec­tar­se en un punto (un re­sul­ta­do), in­sis­ten en per­ma­ne­cer pa­ra­le­las y dar cada una un total di­fe­ren­te al de la otra.
Como sea, la arit­mé­ti­ca no va a re­sig­nar todo el al­can­ce que ese “cual­quier nú­me­ro” tiene en cada una de las dos fór­mu­las por un solo caso con­flic­ti­vo; re­sig­na­rá lo ne­ce­sa­rio, la parte afec­ta­da, ha­cien­do que el nú­me­ro de una fór­mu­la sea la ex­cep­ción a n en la otra fór­mu­la: todo nú­me­ro mul­ti­pli­ca­do por in­fi­ni­to —ex­cep­to 0— da 1; todo nú­me­ro mul­ti­pli­ca­do por cero —ex­cep­to ∞— da 0. Las ex­cep­cio­nes cru­za­das mos­tra­rán el mismo nú­me­ro cuan­do en la ope­ra­ción fa­tí­di­ca se cru­cen dos ins­tan­cias de un mismo nú­me­ro. Eso pasa en cua­tro de los siete casos pro­ble­má­ti­cos que co­noz­co; el resto de la lista es este (entre pa­rén­te­sis, las dos leyes que es­ta­rían en con­flic­to in­so­lu­ble si la arit­mé­ti­ca no les re­ti­ra­ra la uni­ver­sa­li­dad con las ex­cep­cio­nes a n):
a) 0 ÷ 0 (n ÷ 0 = ∞; 0 ÷ n = 0);
b) 00 (n0 = 1; 0n = 0);
c) ∞ - ∞ (n - ∞ = -∞; ∞ - n = ∞);
d) ∞ ÷ ∞ (n ÷ ∞ = 0; ∞ ÷ n = ∞);
e) ∞0 (n0= 1; ∞n = ∞);
f) 1 (n = ∞; 1n= 1).
Si la lista es com­ple­ta, sólo la uni­dad, la in­fi­ni­tud y la nu­li­dad par­ti­ci­pan de los casos de in­con­sis­ten­cia en el po­pu­lo­so reino de las n.


3

      «“En las re­glas no debe haber nin­gu­na con­tra­dic­ción.” Eso suena como una ins­truc­ción: “la ma­ne­ci­lla de un reloj no debe estar suel­ta sobre su ci­lin­dro”. Uno es­pe­ra una fun­da­men­ta­ción: por­que, de otro modo... En el pri­mer caso, esa fun­da­men­ta­ción no po­dría ser sino: por­que de otro modo no sería un con­jun­to de re­glas. De nuevo, se tiene aquí una es­truc­tu­ra gra­ma­ti­cal a la que no se puede dar un fun­da­men­to ló­gi­co.»

      Lud­wig Witt­gens­tein (Gra­má­ti­ca Fi­lo­só­fi­ca, Parte II, 14)


Que la re­la­ción de igual­dad sea tran­si­ti­va im­pli­ca que si hay una ca­de­na de igual­da­des (A = B = C) tales re­la­cio­nes se su­ce­den, nunca son “si­mul­tá­neas”; toda igual­dad co­nec­ta por vez sólo dos tér­mi­nos: A = B, B = C, A = C (a su vez, en el trán­si­to a la úl­ti­ma se co­nec­tan las dos pri­me­ras para en­ton­ces co­nec­tar ese dúo a la ter­ce­ra: si A = B y B = C, en­ton­ces A = C).
Vol­va­mos a nues­tra mues­tra. Como vimos, antes de que la arit­mé­ti­ca reac­cio­ne con las ex­cep­cio­nes cru­za­das, la gen­ti­le­za de que 0 e ∞ ocu­pen el lugar de n en la fór­mu­la del otro, en vez de no ocu­par­lo, con­du­ce a la pa­ra­do­ja de me­re­cer ambos ser el re­sul­ta­do de la ope­ra­ción «0 × ∞», de ser ambos la ex­pre­sión nu­mé­ri­ca que equi­li­bra el enun­cia­do arit­mé­ti­co, que sa­tis­fa­ce su ne­ce­si­dad de igual­dad. Lo pa­ra­dó­ji­co de este enun­cia­do con­sis­te en que, por la pro­pie­dad tran­si­ti­va de la re­la­ción de igual­dad, se está afir­man­do que «∞ = 0», ya que en los equi­li­brios «0 × ∞ = ∞» y «0 × ∞ = 0» la misma ex­pre­sión nu­mé­ri­ca de la iz­quier­da se igua­la a dos di­fe­ren­tes de la de­re­cha: si el A «∞» es igual al B «0 × ∞» y el B «0 × ∞» es igual al C «0», en­ton­ces el A «∞» es igual al C «0», no menos que si «4 = 2+2» y «2+2 = 5», en­ton­ces «4 = 5» (para de­cir­lo con Eu­cli­des y la Tor­tu­ga de Lewis Ca­rroll: si dos cosas son igua­les a una ter­ce­ra, son igua­les entre sí).
Afir­mar la igual­dad de lo di­fe­ren­te es negar la iden­ti­dad, que dice que sólo dos nú­me­ros idén­ti­cos pue­den ser igua­les; si «∞ = 0» fuera ver­da­de­ro, en­ton­ces esa res­tric­ción cae­ría: dos nú­me­ros no idén­ti­cos es­ta­rían en re­la­ción de igual­dad, y cual­quier nú­me­ro po­dría ser él mismo y otro. De ahí que la pa­ra­do­ja sea una anti-tau­to­lo­gía, una ne­ga­ción de lo que hace al prin­ci­pio de iden­ti­dad.


4

El juego de ir es­ta­ble­cien­do co-re­fe­ren­cia­li­da­des entre ex­pre­sio­nes nu­mé­ri­cas es signo del juego de ir equi­li­bran­do va­lo­res o co­lec­cio­nan­do equi­li­brios mien­tras se va me­jo­ran­do el arte de en­con­trar­los y el co­no­ci­mien­to de sus de­pen­den­cias y de sus de­ri­vas. Los equi­li­brios ini­cia­les son au­to­equi­li­brios (3 = 3); cual­quier otro equi­li­brio se da entre di­fe­ren­tes pie­zas au­to­equi­li­bra­bles, es decir, so­me­ti­bles al prin­ci­pio de iden­ti­dad, a la afir­ma­ción que ha­bi­li­ta o pos­tu­la una pieza más en el juego de la pre­di­ca­ción y que es una tau­to­lo­gía abre­via­da: la pieza X es (...la pieza X). De­ten­gá­mo­nos un poco en este punto.
La afir­ma­ción de la pieza im­pli­ca y sig­ni­fi­ca menos la exis­ten­cia de X que su ap­ti­tud y dis­po­si­ción para re­ci­bir pre­di­ca­dos en el juego de apli­car­los, para ha­bi­li­tar que ha­blen de X. Ese «X es (X)» no equi­va­le exac­ta­men­te a un “X exis­te” —si es un no even­to— o a un “X tiene lugar, su­ce­de” —si es un even­to—; equi­va­le a un “Hay algo a lo que lla­ma­mos X (y de lo cual no pre­di­ca­mos nin­gu­na otra cosa)”, que es el pre­su­pues­to tau­to­ló­gi­co de “Hay X”. Es el grado cero de la pre­su­po­si­ción; los pre­su­pues­tos de los gra­dos po­si­ti­vos no son tau­to­ló­gi­cos por­que pre­su­po­nen —sin serlo— ese “Hay X” que le fran­quea a X el in­gre­so al juego de los pre­di­ca­dos: “X exis­te”, “X es un Y”, “X es como un Y”, “X hace y sufre lo que hacen y su­fren los Y”, “X está en una Z”, etc., pre­su­po­nen que hay algo a lo que se llama X y de lo cual se pre­di­ca que exis­te, que es un Y, que es como un Y, que hace y sufre lo que hacen y su­fren los Y, que está en una Z, etc.


5

En el juego de la arit­mé­ti­ca, como en el juego del sen­ti­do, del lado de lo ne­ce­sa­rio para jugar, de lo so­bre­en­ten­di­do de tan in­dis­pen­sa­ble, hay tau­to­lo­gías: igual­da­des de lo idén­ti­co. Del lado opues­to, el de lo im­po­si­ble y lo in­via­ble, hay anti-tau­to­lo­gías: igual­da­des de lo di­fe­ren­te o de­sigual­da­des de lo idén­ti­co. En el medio, en la zona de lo po­si­ble —ni ne­ce­sa­rio ni im­po­si­ble—, hay co-re­fe­ren­cia­li­da­des de lo di­fe­ren­te: los pre­di­ca­dos de equi­li­brio ni tau­to­ló­gi­cos (de un nú­me­ro N-a: «3 = 3»; de una fór­mu­la F-a: «2+1 = 2+1») ni anti-tau­to­ló­gi­cos (di­rec­tos: «3 = 5»; in­di­rec­tos: «2+1 = 4+1»), a saber: el aná­li­sis o des­crip­ción que hace un pre­di­ca­do como «3 = 2+1»; la iden­ti­fi­ca­ción o re­so­lu­ción que hace el pre­di­ca­do in­ver­so, «2+1 = 3»; y la equi­va­len­cia o co-re­fe­ren­cia­li­dad de «2+1 = 4-1».
A di­fe­ren­cia de las dos tau­to­lo­gías y de la anti-tau­to­lo­gía di­rec­ta, para in­ter­pre­tar la in­di­rec­ta y los otros pre­di­ca­dos de equi­li­brio ne­ce­si­ta­mos co­no­cer el re­gla­men­to del juego: son re­la­cio­nes cal­cu­la­bles, su ver­dad de­pen­de de las re­glas del cálcu­lo. Así, «F-a = F-b» puede ser una igual­dad ver­da­de­ra o falsa, pero no ne­ce­sa­ria­men­te con­tra­dic­to­ria (sino oca­sio­nal­men­te, cuan­do cal­cu­la­mos que ex­pre­sa y equi­va­le a «N-a = N-b»). En cam­bio, «N-a = N-b» está más acá de la dis­tin­ción ver­da­de­ro-falso —que co­rres­pon­de a lo po­si­ble—, por­que es au­to­má­ti­ca y ne­ce­sa­ria­men­te con­tra­dic­to­ria.
Re­su­ma­mos. La es­ti­pu­la­ción de que 3 es 3, que equi­va­le a decir que 3 es, que hay una pieza del juego de igua­la­ción arit­mé­ti­ca a la que lla­ma­mos “3”, es por de­fi­ni­ción fun­da­men­tal; afec­tar­la es afec­tar el juego en su regla más bá­si­ca, la afir­ma­ción de iden­ti­dad que le pro­vee pie­zas. Eso es pre­ci­sa­men­te lo que hace una pa­ra­do­ja. (Al menos un ar­gu­men­to del juego im­po­si­bi­li­ta el juego. Si esto no fuese po­si­ble, el juego po­dría ser irres­tric­to o ab­so­lu­to.)
Dejo el tema de las va­rie­da­des pa­ra­do­ja­les del lado de lo im­po­si­ble, en la co­lo­nia de anti-tau­to­lo­gías, para otro en­sa­yo.

No hay comentarios