De ventajas y demoras vitales



1.



En la cara in­ter­na de la puer­ta de ese lugar sa­gra­do / donde acude tanta gente (de ambos gé­ne­ros, pero en un 90% mu­je­res en este caso), al­guien in­tro­du­ce una in­ci­ta­ción con un afo­ris­mo. La ex­trae como lo que se sigue de un re­tra­to o de­fi­ni­ción de la vida en re­la­ción con la muer­te (y/o al revés), que es­cu­chó de La Renga: “La muer­te está tan se­gu­ra de ven­cer que nos da toda una vida de ven­ta­ja... ¡¡Vi­vi­la!!”.
A algo tan abar­ca­dor como la vida y la muer­te se le con­tes­ta desde una fle­cha con algo aún más abar­ca­dor, como para no que­dar cor­tos: la Tie­rra mor­tal, el in­fi­ni­to, lo in­com­ple­ta­ble. Una vez cum­pli­do el es­fuer­zo fi­lo­só­fi­co de cor­te­sía, la es­cri­bien­te cam­bia de tema: ex­cla­ma su pro­cla­ma anoré­xi­ca y se auto-aren­ga para de­cla­rar su mi­li­tan­cia, que en el es­me­ro por ser or­gu­llo­sa al menos al­can­za a ser no ver­gon­zo­sa. (Si es­tu­vie­ra or­gu­llo­sa no ha­bría hecho un cam­bio de tema: ha­bría pre­sen­ta­do lo suyo como un ejem­plo de la vida vi­vi­da que se llama a tener, un tes­ti­mo­nio de ese lla­ma­do aten­di­do –es pro­ba­ble que hasta para ella eso fuera algo di­fí­cil de creer.)
La mi­li­tan­cia de este tras­torno es amo­nes­ta­da desde otra fle­cha, con un agra­vio y un desa­fío a ex­pan­dir el or­gu­llo. Dos res­pues­tas más pro­vo­ca la reivin­di­ca­ción anoré­xi­ca, y por fuera, antes o des­pués, Marta se con­ten­ta con dejar tes­ti­mo­nio de su paso por ahí.
Bien, de todo esto ais­le­mos el afo­ris­mo, sin la ex­hor­ta­ción que lo re­ma­ta. Com­pa­ré­mos­lo con otras pie­zas del mismo gé­ne­ro.

2.

Una va­rian­te con poca dis­tan­cia de ese afo­ris­mo puede ser ésta: “La muer­te se toma su tiem­po para al­can­zar­te”. Una va­rian­te de ésta puede decir algo así: “La vida se toma su tiem­po para ha­cer­te morir”. En esta ver­sión subal­ter­na la muer­te no está per­so­ni­fi­ca­da: no es un per­so­na­je que vence aun dando la mayor ven­ta­ja ni un per­se­gui­dor a la larga in­fa­li­ble; es lo que obra otro per­so­na­je, la vida, o bien a lo largo de toda su pa­rá­bo­la o bien sólo en su de­cli­na­ción.
El tra­za­do com­ple­to de la pa­rá­bo­la (co­mien­zo, cre­ci­mien­to, cenit, de­cli­na­ción, final) no se deja apre­ciar con­si­de­ran­do sólo dos pun­tos, los ex­tre­mos; ne­ce­si­ta­mos al menos un ter­cer punto entre ambos, que haga las veces de punto de in­fle­xión. Es­ta­ble­ci­do el di­bu­jo, no es de­ci­si­vo si el mo­men­to desde el que la vida se toma su tiem­po para ha­cer­te morir es el de ese punto donde co­mien­za su de­cli­na­ción o aquel otro donde co­mien­za la vida misma, salvo para fines dra­má­ti­cos.
La pri­me­ra op­ción nos da un dra­ma­tis­mo con­cen­tra­do en la pen­dien­te, que hace de la muer­te un desen­la­ce pos­ter­ga­ble pero inexo­ra­ble. La se­gun­da nos da un dra­ma­tis­mo ex­ten­di­do a toda la curva, que hace de la vida una ago­nía que se ad­vier­te tarde, según el tono que pa­re­ce pre­fe­rir el afo­ris­mo ver­sio­na­do (la ven­ta­ja de “toda una vida” puede en­ten­der­se como el re­ver­so me­dio­va­sis­ta del re­ga­lo que un per­so­na­je le hace a otro en la serie “The Sand­man”, según no­ti­cia de Lucas: “Te con­ce­do vida hasta la muer­te”).
Por exa­ge­ra­ción, para mayor im­pac­to, la frase del baño y afi­nes pre­ten­den que la in­ten­si­dad del dra­ma­tis­mo ex­ten­di­do sea tan alta como la del con­cen­tra­do (a lo­grar esa ilu­sión o esa sen­sa­ción as­pi­ra, creo, el in­ge­nio me­ta­fó­ri­co). De tan des­gas­tan­te, tal vez sea in­ve­ro­sí­mil so­por­tar toda una vida esa in­ten­si­dad dra­má­ti­ca, pero no el de­cir­lo y ha­cer­lo sen­tir, creer o ima­gi­nar, al menos por un rato (nunca como en­ton­ces su poder de dis­trac­ción y de con­vic­ción es mayor).

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