El cuarto



En la piz­ze­ría El cuar­ti­to


Audio del pro­gra­ma de radio “La ven­gan­za será te­rri­ble” del 2 de agos­to de 1995. Voces de Ale­jan­dro Do­li­na, Gui­ller­mo Stro­nat­ti y Ga­briel Rolón.

Como em­pe­der­ni­dos vou­ye­ris­tas, todos bus­can acer­car­se al cuar­to. (Pido per­dón por el chis­te y por la si­me­tría de abrir el co­men­ta­rio de la idea de Do­li­na con la misma ambigüedad hu­mo­rís­ti­ca que en la radio abrió la idea; como ate­nuan­te, acá una de las caras de la ambigüedad es una de­fi­ni­ción o ver­sión de la idea, si­quie­ra par­cial.) Por su­pues­to, el cuar­to está ex­cep­tua­do de la de­fi­ni­ción por mera por­ta­ción de iden­ti­dad (en crio­llo, por ser cuar­to); lo suyo apa­ren­ta ser con­ser­var el pues­to que todos los demás co­di­cian, como con cual­quier otro ga­na­dor pro­vi­so­rio.
En ese afán, el di­le­ma in­so­lu­ble entre ace­le­rar y no ace­le­rar que sufre el cuar­to, aco­rra­la­do por las ne­ce­si­da­des con­ver­gen­tes del quin­to —ace­le­rar— y del ter­ce­ro —no ace­le­rar—, pa­re­ce guiar la ca­rre­ra hacia un es­tan­ca­mien­to, con­se­cuen­cia o co­rre­la­to de la pa­rá­li­sis ló­gi­ca de ne­ce­si­tar lo mismo que no. (La equi­dis­tan­cia en que dejan al cuar­to estas ne­ce­si­da­des opues­tas y em­pa­ta­das, lo sitúa a su ma­ne­ra en la misma cri­sis del prin­ci­pio de razón su­fi­cien­te que hizo morir de ham­bre al asno de Bu­ri­dán, en­fren­ta­do a dos mon­to­nes de heno igual­men­te ape­te­ci­bles.)
Si se re­gla­men­ta que los autos no pue­den dejar de avan­zar, es pro­ba­ble que todos que­den in­sig­ni­fi­can­te­men­te es­ca­lo­na­dos o ya ali­nea­dos, cerca de la meta, a la que se arri­man con la mayor len­ti­tud acep­ta­ble. Al tér­mino de la ca­rre­ra, los de ade­lan­te pre­sen­tan re­gis­tros más ve­lo­ces que los de atrás: hi­cie­ron el mismo re­co­rri­do en menos tiem­po. Pero en su desa­rro­llo, con los menos apu­ra­dos ade­lan­te y los más apu­ra­dos atrás per­si­guien­do lo mismo, la ca­rre­ra tien­de a una con­cen­tra­ción e im­plo­sión del mo­vi­mien­to sobre la cuar­ta po­si­ción. Hacia ella, cap­tu­ra­das en una pen­dien­te res­ba­la­di­za, todas las ve­cin­da­des se pre­ci­pi­tan igual­men­te pro­ble­má­ti­cas: como el quin­to y el ter­ce­ro son pues­tos ex­pec­tan­tes, el sexto trata de po­ner­se quin­to y el se­gun­do ter­ce­ro, ambos para que­dar a una ma­nio­bra de po­ner­se cuar­to; lo pro­pio harán el pri­me­ro y el sép­ti­mo con sus ve­ci­nos, y así tam­bién el resto de los co­rre­do­res. Do­li­na cam­bia autos locos de ca­rre­ras nor­ma­les (esas que ganan los que lle­gan pri­me­ro) por autos nor­ma­les de ca­rre­ras locas. La cues­tión es en qué con­sis­te esa lo­cu­ra y qué nos dice de la nor­ma­li­dad que al­te­ra.
A di­fe­ren­cia del mero cru­zar una línea, que puede ha­cer­lo un so­li­ta­rio y sin apu­rar­se, ganar una ca­rre­ra nor­mal es cru­zar una línea antes que el otro o los otros, lo que im­pli­ca ha­ber­lo hecho tam­bién en menos tiem­po, o sea, haber sido el más veloz de todos (lo que es ser veloz de un modo ab­so­lu­to y po­si­ti­vo). Do­li­na ima­gi­na ha­cer­le ganar una ca­rre­ra a uno que logre ser más veloz que al­guno o al­gu­nos y menos que otro u otros (es decir, serlo de un modo re­la­ti­vo, como el cuar­to en una ca­rre­ra de cinco o más) o al que logre ser el menos veloz de todos (que es serlo de un modo ab­so­lu­to y ne­ga­ti­vo, como el cuar­to en una ca­rre­ra de cua­tro). El canje de ese mé­ri­to neto por uno di­vi­di­do o por un anti-mé­ri­to al­te­ra ese ejer­ci­cio de la vo­lun­tad que es una com­pe­ten­cia. La cues­tión es cómo.

En prin­ci­pio, lo que esa traba pa­ra­do­jal de­mues­tra im­po­si­ble es el hecho de re­te­ner el cuar­to pues­to por algún mé­to­do in­fa­li­ble, no el hecho de te­ner­lo al cru­zar la meta. En cuan­to a ha­ber­lo ob­te­ni­do en las prue­bas de cla­si­fi­ca­ción, las ven­ta­jas de lar­gar en una po­si­ción tan fá­cil­men­te con­quis­ta­ble son nulas. Así, sólo para el ob­je­ti­vo de con­ser­var el pues­to, que en una ca­rre­ra nor­mal le da el triun­fo al pri­me­ro, puede de­cir­se que no hay un plan de ca­rre­ra. Si lo hay o no para ter­mi­nar cuar­to, de­pen­de de que para eso sea o no ne­ce­sa­rio (el im­po­si­ble de) con­ser­var el cuar­to pues­to.
Re­cién es obvio que la es­tra­te­gia fra­ca­sa cuan­do asis­ti­mos al ab­sur­do con­ge­la­do al que nos con­du­ce; y re­cién en­ton­ces se apre­cia la inade­cua­ción hu­mo­rís­ti­ca de una es­tra­te­gia de otra ca­rre­ra im­plan­ta­da en esta, que es una copia mo­di­fi­ca­da, y la mag­ni­tud del es­tra­go de esa va­ria­ción ín­fi­ma, que ape­nas cam­bió pri­me­ro por cuar­to. Si de es­tra­te­gias ga­na­do­ras ha­bla­mos, vea­mos qué ocu­rre con la de esta va­rian­te.
La es­tra­te­gia ga­na­do­ra para al­can­zar el ob­je­ti­vo de salir pri­me­ro es ser más veloz que los otros, como todo el mundo sabe (es tan sim­ple que mu­chos gra­dos des­pués viene la es­tra­te­gia ga­na­do­ra del ta-te-ti). Para al­can­zar el ob­je­ti­vo de salir cuar­to, la es­tra­te­gia es tan poco evi­den­te que de en­tra­da la con­fun­di­mos con la an­te­rior (se­gu­ra­men­te por la iner­cia en que nos deja la se­me­jan­za que pre­va­le­ce entre las dos ca­rre­ras). Es una pa­ra­do­ja lo que viene a sa­car­nos de la con­fu­sión y nos mues­tra sus abis­ma­les pero si­mé­tri­cas di­fe­ren­cias.
Pero la misma ac­ti­vi­dad pa­ra­do­jal en el in­te­rior de la his­to­ria puede lle­var­nos a dudar de que real­men­te exis­ta en este juego una es­tra­te­gia ga­na­do­ra. (No por una pa­ra­do­ja, sino por la in­men­si­dad y la com­ple­ji­dad de las in­ter­ac­cio­nes po­si­bles entre sus per­so­na­jes, en el aje­drez está aun más lejos de ser evi­den­te cuál es la es­tra­te­gia ga­na­do­ra, pero al menos se sabe que hay una, con­sis­ten­te y to­da­vía ig­no­ta.)
De­sen­ga­ña­dos de es­tra­te­gias im­por­ta­das, la que bus­ca­mos acep­ta que la ca­rre­ra es po­si­ble y es ga­na­ble, y a la preo­cu­pa­ción de re­te­ner el cuar­to pues­to —si­quie­ra lo su­fi­cien­te como para ser el úl­ti­mo en ha­ber­lo con­quis­ta­do y atra­ve­sar con él la lle­ga­da— le agre­ga la de saber cuán­do re­cu­pe­rar­lo. Mien­tras no po­da­mos re­tro­ce­der ni de­te­ner­nos (aun­que po­dría­mos acep­tar de­ten­cio­nes que duren menos que la eter­ni­dad), más tarde o más tem­prano los autos cru­za­rán la meta en algún orden y a al­guno —si lo hay— se lo pre­mia­rá con la vic­to­ria por haber lle­ga­do cuar­to antes que todos los otros (los atra­sa­dos, a los que aven­ta­jó de un modo re­la­ti­vo, pero tam­bién los ade­lan­ta­dos, que se re­sig­na­ron o se sa­cri­fi­ca­ron, a los que aven­ta­jó de un modo ab­so­lu­to).
Sa­bien­do esto, si no voy cuar­to lo mejor será cal­cu­lar bien la mar­cha y la pro­xi­mi­dad del tre­cho que resta hasta la meta por el que creo poder con­ser­var el cuar­to pues­to, y en­ton­ces re­sol­ver­me a arre­ba­tár­se­lo a uno que se­gu­ra­men­te habrá hecho sus pro­pios cálcu­los. Mien­tras me acer­co a esa zona, con­quis­tar el tan ac­ce­si­ble cuar­to pues­to, lo que no es ne­ce­sa­rio, puede ser­vir­me para prac­ti­car y me­jo­rar los tiem­pos de con­quis­ta y de de­fen­sa, que hacen al ti­ming de al­ter­ne en ese ba­llet­te apre­ta­do (pa­re­ci­do a la in­te­li­gen­cia del chico que siem­pre sabe en qué lugar de la ronda le con­vie­ne estar para ser el ele­gi­do del “Ta, te, ti, suer-te pa-ra ti, si no es pa-ra ti se-rá pa-ra mí; ta, te, ti”, pero mar­chan­do y tal vez cam­bian­do).
Como esto que vemos desde la pers­pec­ti­va del que no va cuar­to no es to­da­vía una es­tra­te­gia ga­na­do­ra (sino un plan de ac­ción para un duelo de ha­bi­li­da­des), si exis­te al­gu­na de­be­rá verse desde la pers­pec­ti­va del que va cuar­to. Se trata de ave­ri­guar cómo ga­ran­ti­zar una re­cu­pe­ra­ción in­me­dia­ta o una re­ten­ción inaje­na­ble del cuar­to pues­to, o una mez­cla in­me­jo­ra­ble de ambas. Mez­cla fa­li­ble es lo que ya hay; lle­var­lo a su per­fec­ción a fuer­za de afi­nar ha­bi­li­da­des es una uto­pía. En cuan­to a las otras dos op­cio­nes, cuan­to más in­me­dia­ta es la re­cu­pe­ra­ción, menos inaje­na­ble se ne­ce­si­ta la re­ten­ción, y vi­ce­ver­sa; en los ex­tre­mos, cada una pres­cin­de de la otra. El di­le­ma del cuar­to ve­lo­cis­ta des­alien­ta apos­tar a la de­fen­sa del pues­to, que no es mala apues­ta cuan­do la vic­to­ria es para el pri­mer ve­lo­cis­ta. Nues­tra úl­ti­ma chan­ce de en­con­trar una es­tra­te­gia ga­na­do­ra queda aco­ta­da a la bús­que­da del ex­tre­mo de una re­cu­pe­ra­ción in­me­dia­ta, y en po­se­sión y pers­pec­ti­va del que va cuar­to.
Re­vi­se­mos en­ton­ces el caso una vez más. Si voy cuar­to estoy ti­ro­nea­do por dos ne­ce­si­da­des opues­tas: la de ace­le­rar para que no me pase el quin­to, que viene ace­le­ran­do, y la de no ace­le­rar para no pasar al ter­ce­ro, que viene des­ace­le­ran­do. Huir de cual­quie­ra de ellos me acer­ca al otro.
Pero todo esto no sig­ni­fi­ca que lo mejor que me queda por hacer sea es­pe­rar para ver ante cuál de los dos pier­do pri­me­ro el cuar­to pues­to. Desde ya, puedo pasar al ter­ce­ro antes de que me pase el quin­to o puedo ser pa­sa­do por el quin­to antes de pasar al ter­ce­ro, y en ambos casos tomo el lugar del que me arre­ba­tó el pues­to. Pero si la ace­le­ra­ción del quin­to y la des­ace­le­ra­ción del ter­ce­ro son igua­les, con­mi­go equi­dis­tan­te y mar­chan­do a una ve­lo­ci­dad cons­tan­te, que­dan sin­cro­ni­za­dos los even­tos de ser pa­sa­do por el quin­to y pasar al ter­ce­ro. En la nueva tabla, estoy otra vez cuar­to y el quin­to y el ter­ce­ro han in­ter­cam­bia­do po­si­cio­nes. Se puede decir que la re­cu­pe­ra­ción del pues­to fue in­me­dia­ta, como que no de­mo­ró más de un turno. La es­tra­te­gia del cuar­to debe for­zar esa sin­cro­ni­za­ción.
En algún mo­men­to de la co­reo­gra­fía, los tres com­par­ti­mos el ter­cer pues­to y de­ja­mos cuar­to al que iba sexto. Si el tri­ple em­pa­te ocu­rre en el mo­men­to exac­to del cruce, al sexto que quedó cuar­to le con­vie­ne ace­le­rar hasta cru­zar la meta para que el que venía sép­ti­mo y ahora quedó quin­to no lo pase y le arre­ba­te el botín que de­ja­ron los de ade­lan­te.
El de­ta­lle es re­ve­la­dor del rasgo que em­pa­rien­ta a todas las ca­rre­ras que di­fie­ren en el pues­to pre­mia­do: una vez que los pri­me­ros tres autos cru­zan la meta, la ca­rre­ra vuel­ve a ser para el más veloz. Esto hace que en la de­fi­ni­ción de toda ca­rre­ra gane el más veloz de los que aún com­pi­ten (si aún hay com­pe­ten­cia): cuan­do la gana el que sale pri­me­ro, el atri­bu­to vale para toda la com­pe­ten­cia y todos los com­pe­ti­do­res; cuan­do la gana el que sale cuar­to, por ejem­plo, es de­ci­si­vo sólo en la de­fi­ni­ción de la ca­rre­ra entre el cuar­to y los de atrás, donde gana el pri­me­ro que llega des­pués de que llega el ter­ce­ro (lle­ga­da que ofi­cia de señal de lar­ga­da móvil para ese pe­lo­tón ra­len­ta­do); si el cuar­to gana en una ca­rre­ra de cua­tro co­rre­do­res, el atri­bu­to no es de­ci­si­vo nunca (no hay con­tra quién ser más veloz en nin­gún mo­men­to: no hay com­pe­ten­cia). De un modo u otro, el atri­bu­to de ser el más veloz es de­fi­ni­to­rio de toda ca­rre­ra: por su pre­sen­cia (ab­so­lu­ta o re­la­ti­va) o por su au­sen­cia ab­so­lu­ta, se puede ca­rac­te­ri­zar cual­quier com­pe­ten­cia en la que gane un co­rre­dor que ocupe algún pues­to, del pri­me­ro al úl­ti­mo.
Como nadie puede ad­qui­rir el cuar­to pues­to en el ins­tan­te mismo de cru­zar la meta, nadie puede no ne­ce­si­tar con­ser­var por algún lapso el pues­to ga­na­dor. Cual­quie­ra sea la du­ra­ción de esa ne­ce­si­dad, al­can­za para que la pa­ra­do­ja del cuar­to vuel­va a ac­tuar.

Re­ca­pi­tu­le­mos, para ir ter­mi­nan­do. La es­tra­te­gia que ne­ce­si­ta el cuar­to para con­se­guir una re­cu­pe­ra­ción in­me­dia­ta del pues­to es ca­li­brar la pro­pia ve­lo­ci­dad para estar en todo mo­men­to a la misma dis­tan­cia tem­po­ral de ser pa­sa­do por el quin­to y pasar al ter­ce­ro. El cuar­to que logra esto con­vier­te el desa­rro­llo de la ca­rre­ra en un vai­vén al­re­de­dor suyo del quin­to y el ter­ce­ro, que in­ter­cam­bian po­si­cio­nes en cada pase, con un ins­tan­te de ali­nea­ción de los tres en el ter­cer pues­to. Si ese ins­tan­te es tam­bién el de la lle­ga­da, queda cuar­to el que venía sexto, y la es­tra­te­gia paga con la fa­li­bi­li­dad la de­pen­den­cia hacia una ha­bi­li­dad que sepa cuán­do po­ner­la en juego.
Pero ade­más de este talón vul­ne­ra­ble, la es­tra­te­gia tiene un an­tí­do­to: si el quin­to y el ter­ce­ro, al mo­men­to de la ali­nea­ción, le co­pian la ve­lo­ci­dad al cuar­to a par­tir de ahí, ese tri­ple em­pa­te del ter­cer pues­to deja de ser tran­si­to­rio. Ante esa alian­za neu­tra­li­za­do­ra, al cuar­to no le va a que­dar otra op­ción que tra­tar de sor­pren­der a sus imi­ta­do­res con cam­bios brus­cos de ve­lo­ci­dad, como para pro­bar sus tiem­pos de reac­ción y reaco­mo­da­mien­to, y así saber cuán­to antes de la lle­ga­da debe apli­car una ace­le­ra­ción o una des­ace­le­ra­ción.
Algo que se­gu­ro frus­tra­ría esta con­tra-es­tra­te­gia sería que los tiem­pos de reac­ción del quin­to y el ter­ce­ro para re­cu­pe­rar el em­pa­te fue­ran ins­tan­tá­neos, de modo de poder con­se­guir siem­pre el equi­li­brio rui­no­so. Pero la Fí­si­ca se opone a eso. En­ton­ces, en lugar de la ten­ta­ti­va vana y bruta de al­can­zar la ins­tan­ta­nei­dad, el quin­to y el ter­ce­ro de­be­rían de­di­car­se a en­ga­ñar al cuar­to, por ejem­plo, mos­trán­do­le unos tiem­pos de reac­ción menos rá­pi­dos que los real­men­te al­can­za­bles.
Si algo así llega a pasar, en el tramo final se en­fren­ta­rán las es­ti­ma­cio­nes con­je­tu­ra­les del cuar­to para de­ci­dir cuán­do hacer un cam­bio (sabe que sus ve­ci­nos di­si­mu­lan su ver­da­de­ro po­de­río, y arries­ga por cuán­to) y el ver­da­de­ro rango de ve­lo­ci­da­des de reac­ción del quin­to y el ter­ce­ro para reali­near al cuar­to, y a úl­ti­mo mo­men­to para rom­per el pacto po­nién­do­se cada uno a la ve­lo­ci­dad que crea que lo de­ja­rá cuar­to al cru­zar la meta. Pero el éxito de estas ma­nio­bras de due­lis­tas ya está lejos de ser el logro se­gu­ro de una es­tra­te­gia ga­na­do­ra.



PD 1: Sobre la es­tra­te­gia ga­na­do­ra del aje­drez. En la Fra­ter­ni­dad ro­bó­ti­ca ERR, de la Uni­ver­si­dad de Marte:



PD 2: Dos ca­sua­li­da­des en­ca­de­na­das. La pri­me­ra fue que el do­min­go 2 de no­viem­bre de 2008, a 3 días de pu­bli­car esta en­tra­da del blog, se de­fi­nie­ra de esa forma y con ese ti­tu­lar el cam­peo­na­to de Fór­mu­la 1, de lo que me en­te­ro por el co­men­ta­rio #1 que puso acá Ge­rar­do el mismo do­min­go, con el link de la no­ti­cia a Cla­rín. La se­gun­da ca­sua­li­dad fue que, mien­tras Gi­lles­pi con­ta­ba el epi­so­dio, le es­cu­cha­ra a Do­li­na esta idea de la ca­rre­ra anó­ma­la por se­gun­da vez (13 años des­pués) a 4 días de haber pu­bli­ca­do un en­sa­yo que arras­tra­ba desde hacía años, y que en­ca­be­cé con el epí­gra­fe au­di­ti­vo de la pri­me­ra vez. En­ton­ces, para ce­rrar con un pues­to más abajo, audio de “La ven­gan­za será te­rri­ble” del des­pués de la me­dia­no­che del lunes 3 de no­viem­bre de 2008, con voces de Do­li­na, Gui­lles­pi y Bar­ton:

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Hay 3 comentarios:

desparejo
1 2 de noviembre de 2008, 21:55

y el quinto gana el campeonato

http://www.clarin.com/diario/2008/11/02/um/m-01794348.htm


el Zambullista
2 8 de noviembre de 2008, 5:15

La casualidad de esa vaga semejanza dio pie a una casualidad para mí mayor, que cuento en la "PD 2" que le acabo de agregar al ensayo. ¿Leíste también la nota de "Página/12"? Por las dudas, te dejo el link: http://www.pagina12.com.ar/diario/deportes/8-114435-2008-11-04.html


Anónimo
3 10 de noviembre de 2008, 5:06

oiga señor zambullista, creo que su vídeo del ajedrez futurámico no funciona, atento!