La reducción al absurdo



Imaginemos que doy la siguiente condición o definición sobre la ubicación de X: X está ahí donde no se lo busca; X está obligado a no estar donde se lo busca. Si no es buscado por ningún sitio, X está en todos lados, es omnipresente. Si es buscado absolutamente por todos lados, puedo concluir, en ese caso, que X no existe —o que es ‘omniausente’—. Así, el caso más problemático habilita concluir que X no puede existir. No se trata, sin embargo, de una reducción al absurdo: el suponer que X está ahí donde no se lo busca no me conduce a una contradicción, de la que inferiría que el supuesto es falso; me conduce directamente a la inexistencia de X. Pero ésta no niega el supuesto: X está ahí donde no se lo busca sólo si existe, naturalmente; si no existe, no está en ningún sitio.

Imaginemos ahora que doy esta otra definición de la ubicación de X: X está (o está obligado a estar) sólo en la antípoda exacta del punto planetario en el que se lo busca. Las búsquedas del caso anterior vuelven a ser inofensivas para la lógica, por mucho que molesten al sentido común: que X sea buscado en muchos puntos del planeta a la vez sin que ninguno de ellos sea la antípoda de otro, sólo haría múltiple la presencia de X, no contradictoria; y tampoco la haría contradictoria, sino otra vez nula o ignota, el que X no sea buscado en ningún punto del globo.
Pero existe una búsqueda con la que esta definición puede conducirnos a una paradoja: si X es buscado simultáneamente en A y en su antípoda A’, tiene que estar en ambos puntos (necesidad que lo malquista con el principio lógico de no contradicción, que dice que no puede estar en ambos puntos a la vez, sino sólo en uno) y no puede estar en ninguno de los dos (imposibilidad que lo malquista con el principio lógico de tercero excluido, que dice que tiene que estar en alguno de los dos). En esta doble violación lógica nos deja la primera vuelta a la pista circular de la paradoja: X no puede estar en A porque ahí lo busca Z, lo que hace que deba estar en A'; pero no puede estar en A' porque ahí lo busca Z', lo que hace que deba estar en A (y en el paso siguiente, con el segundo adversativo, arranca la segunda vuelta: pero X no puede estar en A porque...). El desarrollo de la definición aplicada al caso de búsquedas alineadas termina demostrando como necesario lo mismo que empieza demostrando como imposible (la presencia de X en A). La imagen de aquella infinitud circular de alegaciones y la imagen de esta inconsistencia de un único alegato son intercambiables. Hacemos de la necesidad virtud y usamos el argumento como prueba del hecho de que esa definición no es viable y de la conveniencia de descartarla por inconducente (a un escena consistente, al menos, y en al menos un caso).

He aquí una reducción al absurdo: de suponer R, atravesé S y llegué a T, que es un absurdo. R, entonces, no es posible; si fuese posible, lo sería la contradicción. El reparto de actores es claro: R es la suposición o la esperanza de que T no es absurda; S, el tránsito por la ilusión de que T no es absurda; T, el desengaño.

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