Buscando a Hamlet



Dos ac­to­res de pa­re­jo ta­len­to, X y Z, ha­bían acor­da­do un con­cur­so para di­ri­mir cuál de ellos era mejor. Z anun­ció que él y su elen­co re­pre­sen­ta­rían Ham­let. X acep­tó la in­vi­ta­ción im­plí­ci­ta en el anun­cio y ase­gu­ró que tam­bién él le haría re­pe­tir a Ham­let su fa­mo­so mo­nó­lo­go. Con ellos se en­fren­ta­rían dos es­ti­los tea­tra­les de an­ti­gua ri­va­li­dad: X pro­fe­sa­ba el na­tu­ra­lis­mo, Z el ex­pre­sio­nis­mo.
La gente se en­tu­sias­mó con el duelo, aun­que nadie es­pe­ra­ba que uno de ellos in­ter­pre­ta­se a Ham­let mejor que el otro; el equi­li­brio entre sus ta­len­tos haría que sus di­fe­ren­cias de es­ti­lo se com­pen­sa­ran. X y Z, que se co­no­cían muy bien, pen­sa­ban lo mismo, pero reac­cio­na­ron con es­tra­te­gias di­ver­gen­tes: mien­tras Z apos­tó a acen­tuar aque­lla di­fe­ren­cia con la es­pe­ran­za de sacar al­gu­na ven­ta­ja, el plan de X fue anu­lar­la. X no se pro­pu­so su­perar la in­ter­pre­ta­ción de Ham­let que haría Z, sino igua­lar­la; po­de­mos decir tam­bién que se pro­pu­so lo­grar una ré­pli­ca exac­ta de esa ac­tua­ción.
El día del con­cur­so, Z actuó pri­me­ro. Dio lo mejor de sí y su Ham­let fue muy aplau­di­do. Cuan­do le llegó el turno, X no puso en es­ce­na exac­ta­men­te la tra­ge­dia de Sha­kes­pea­re, sino una obra que con­te­nía la de Sha­kes­pea­re. Era la his­to­ria de un actor, Z, que con su elen­co hacía un en­sa­yo com­ple­to de Ham­let. La obra sólo di­fe­ría de Ham­let las pa­la­bras y el tiem­po ne­ce­sa­rios para que esto se en­ten­die­ra. X, el na­tu­ra­lis­ta, hizo del ex­pre­sio­nis­ta Z antes (y al mismo tiem­po) que de Ham­let. (No hay en esto pa­ra­do­ja al­gu­na. Por un lado, de dos pa­pe­les di­fe­ren­tes, uno in­clui­do en el otro, nin­gún actor puede in­ter­pre­tar el papel in­clui­do –el de Ham­let– sin “antes” in­ter­pre­tar el papel que lo in­clu­ye –el de Z–. Por otro lado, en el ar­gu­men­to de su obra, in­ter­pre­tan­do el papel de Z no puede X no in­ter­pre­tar tam­bién –o “a la vez”– el papel de Ham­let.) La si­tua­ción se deja des­cri­bir de di­fe­ren­tes modos: X in­ter­pre­ta a Z in­ter­pre­tan­do a Ham­let, no a Ham­let; X in­ter­pre­ta a Z en el ex­ten­so ins­tan­te en que Z in­ter­pre­ta a Ham­let; X in­ter­pre­ta a Ham­let in­di­rec­ta­men­te, al in­ter­pre­tar a Z; en su in­ter­pre­ta­ción de Ham­let está im­pli­ca­da la in­ter­pre­ta­ción de Z; etc.
Para que fuese Z de quien X ac­tua­ba (es decir, para que su ac­tua­ción fuese ve­ro­sí­mil, para no sa­lir­se del per­so­na­je), X no sólo debió hacer un Ham­let ex­pre­sio­nis­ta, tal cual lo hizo Z, sino que ade­más debió ac­tuar ese Ham­let ni mejor ni peor de lo que podía ha­cer­lo Z, sino igual. El ju­ra­do en­ten­dió que X había con­se­gui­do el mismo re­sul­ta­do que Z, pero con mayor mé­ri­to.
La ri­va­li­dad de ofi­cio entre los dos ac­to­res se trans­for­mó en enemis­tad per­so­nal. Z creyó ver un in­sul­to ins­crip­to en el ar­gu­men­to de la obra: X com­pu­so un Ham­let igual al de Z en un mero en­sa­yo de Ham­let, no en su re­pre­sen­ta­ción final. Según esta su­ges­tión, X se mos­tra­ba des­cen­dien­do al nivel ac­to­ral de su rival –el nivel de una prue­ba– para poder ac­tuar de él, para lo­grar su imi­ta­ción pre­ci­sa.
Si fue así, sólo se trató de una chi­ca­na de X, no de la pues­ta en es­ce­na de una ver­dad. Z dis­po­nía del mismo ta­len­to que X para hacer algo análo­go con su rival. ¿Qué hu­bie­ra pa­sa­do si los dos hu­bie­sen ac­tua­do del otro in­ter­pre­tan­do a Ham­let? En el re­sul­ta­do, lo mismo que si nin­guno de ellos lo hu­bie­se hecho; en los he­chos, un cruce de es­ti­los: el Ham­let ex­pre­sio­nis­ta hu­bie­se sido re­pre­sen­ta­do por el actor na­tu­ra­lis­ta y el Ham­let na­tu­ra­lis­ta por el actor ex­pre­sio­nis­ta.
La as­tu­cia que Z no tuvo antes del con­cur­so la tuvo des­pués, en la con­fe­ren­cia de pren­sa que si­guió a la en­tre­ga de pre­mios. Está claro que no pre­ten­dió im­po­ner una nueva ver­sión de los he­chos; con lo que dijo sólo quiso de­mos­trar que podía jugar al juego en el que se le aca­ba­ba de in­fli­gir una de­rro­ta por sor­pre­sa. Como ya era tarde para de­vol­ver­le la gen­ti­le­za a X, de­ci­dió au­men­tar la apues­ta: en vez de haber ac­tua­do de X ac­tuan­do de Ham­let, Z de­cla­ró que había ac­tua­do de X ac­tuan­do de Z ac­tuan­do de Ham­let, ac­tua­ción que el es­pec­ta­dor no puede dis­tin­guir de la mera in­ter­pre­ta­ción de Ham­let por parte de Z. Ar­gu­men­tó en­ton­ces que X en ver­dad no había ac­tua­do de Z ac­tuan­do de Ham­let, sino de este otro, que es Z ac­tuan­do de X ac­tuan­do de Z ac­tuan­do de Ham­let. La con­ti­nua­ción de esta fan­ta­sía ló­gi­ca que X hu­bie­ra po­di­do hacer ya era ocio­sa y subal­ter­na; el mismo X lo en­ten­dió así y sólo se li­mi­tó a re­co­no­cer el triun­fo dia­léc­ti­co de su rival.

Nota


Para el Me­dias & Som­bre­ros #6 no lle­gué a ter­mi­nar la pri­me­ra ver­sión de nin­guno de los en­sa­yos en los que es­ta­ba tra­ba­jan­do. En­ton­ces, y a di­fe­ren­cia de los otros M&S en los que par­ti­ci­pé, elegí leer un en­sa­yo ya postea­do. Esta es la gra­ba­ción de la lec­tu­ra que hice a las 4:14 a.m. del 12 de sep­tiem­bre de 2010:


Y esto es lo que le co­men­té por Skype a Ni­co­lás sobre ese día:



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